Krzyzanowski y su codo sin morder

[Como supe que había sido «baneado» del blog de Daniel Espinar cuando ya había escrito este post, y como aún guardo las claves de acceso, he resuelto hackear Miedo a la Literatura publicando mi post de forma abiertamente intrusiva; porque la causa lo merecía; porque soy un escritor blogless que no tiene donde postear; porque me gusta este tipo de apariciones trasnochadas y ver la cara que pone Dionys (aunque no pueda verla en este momento). Copio y pego mi post intrusivo y terriblemente largo ahora que lo veo en borrador:]

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Sigismund Krzyzanowski no vio publicada ninguna de sus obras en vida. Alguna vez estuvo a punto. Pero su obra no vio la luz hasta cuatro décadas después de su muerte, sólo de manera parcial y, por lo demás, con escasa repercusión hasta la fecha en Rusia. Y ello, además de ser el resultado de una serie de contingencias y dificultades coyunturales, es, sobre todo, la realización paulatina y la culminación final de una toda una poética, la poética de su propia inexistencia como autor.

Nacido en 1887, de origen polaco y ucraniano, Krzyzanowski hizo de Moscú el escenario de su acuciante invisibilidad y del ruso la lengua adoptiva de su penosa inexistencia literaria.

No fue la invisibilidad, sin embargo, una elección o una postura, o al menos no lo fue de forma expresa. Intentó publicar en numerosas ocasiones, pero como para poner a prueba una y otra vez lo que ya sabía, como si con cada intento fallido jugara a cerciorarse de una coherencia apabullante en su destino como escritor. Así hasta caer en una definitiva inopia, sepultado en su  “caja de cerillas” de 8 metros cuadrados, bajo el frío y la desmemoria de Moscú.

El hueco de Krzyzanowski

Este año, la editorial Siruela ha dado el primer paso para la difusión en España de Sigismund Krzyzanowski, con el volumen de relatos “La nieve roja y otros relatos”, a cargo de Jesús García Gabaldón, con un prólogo que podría ser perfectamente el relato borgiano en torno a un autor apócrifo marcado en obra y en vida por una variedad especial de la paradoja. Desde 2001, la editorial Symposium intenta reconstruir el papel de Krzyzanowski en la historia de la literatura rusa, para llenar un hueco que, bien mirado, nunca existió. Porque Krzyzanowski había descartado su tiempo. Su escritura, en todo caso, sólo se dirigía a un futuro lejano e improbable. “No me llevo bien con el tiempo presente”, escribió, “pero la eternidad me ama”. No en vano, la primera obra de Krzyzanowski que salió del cajón para ser editado en la URSS, ya en tiempos de la Glasnost de Gorvachov, fue un conjunto de cuentos titulado Recuerdos del futuro.

En su prólogo a “La nieve roja y otros relatos”, García Gabaldón va desgranando los diferentes títulos que fueron saliendo de la pluma de Krzyzanowski a lo largo de cuarenta años. Y esos títulos, que están dotados de cierta pregnancia borgiana, tienen la facultad de sugerir y encerrar en sí mismos lo que parece tan sólo una posibilidad irrealizada. Pero lo terrible es que esos títulos pertenecen a obras reales. Y lo más terrible es que no son precisamente pocas, sino medio centenar, en diversos campos: ensayo, poesía, novela, narrativa breve, teatro, cine e incluso ópera.

Lo queda claro por el prólogo es que Krzyzanowski no es un autor menor rescatado de manera anecdótica y vuelto a traspapelar en el archivo de las curiosidades literarias. Krzyzanowski es un autor mayor, con una prosa de gran calado, una enorme vocación filosófica y un instinto universalista perfectamente comparable, aunque salvando ciertas distancias, con el de Borges.

Leer a Krzyzanowski es un déjà vu constante. Porque en él encontramos muchas de las construcciones metaliterarias (aunque coincidamos en que la metaliteratura no existe) que se generalizaron en la segunda mitad del siglo XX. De hecho, no sería muy atrevido considerar a Krzyzanowski un Italo Calvino eslavo. O, a ratos, mediante ese juego sincrético-algorímico que tanto nos gusta, la suma de Swift, Calvino, Borges y Gombrowicz dividida por Kafka. Del primero, reconocemos cierto ascendente satírico-humanista. Del segundo, una maravillosa propensión al pitorreo bibliográfico. Del tercero (avant-la-letre), la presencia constante del lector como sujeto del relato en ese juego de espejos metaliterario. Del cuarto, un cierto humorismo de cuño polaco. Y del quinto elemento que completa el algoritmo, una cierta propensión a la alegoría, aunque poco más, a decir verdad. [Porque a Kafka, pese a su manoseo constante como comodín, casi siempre es preferible echarle de comer aparte.]

Así nace un autor inexistente

He aquí, según del prólogo a La nieve roja y otros relatos, la perfecta secuencia de desplantes que pudo anular y relegar al olvido a un autor de la talla de Krzyzanowski.

1) En 1925, la editorial Dennitsa se propone publicar Cuentos para niños prodigio y Autobiografía de un cadáver. La editorial se declara en quiebra y el proyecto queda abortado.
2) Entre 1927 y 1928, intenta publicar dos novelas en la editorial Zemlja i Fabrika, que termina rechazándolas.
3) A finales de 1928, intenta publicar en una cooperativa de escritores independientes dos selecciones de cuentos: El coleccionista de fisuras y El club de los asesinos de letras, que no logran pasar el filtro de la censura.
4) En 1930, escribe el guión de La fiesta de San Jorge, dirigida por Protazanov con cierto éxito y en cuyos créditos el nombre de Krzyzanowski brilla por su ausencia.
5) En 1932, todas las editoriales privadas son clausuradas por el régimen soviético. Dos amigos de Krzyzanowski, con la mejor de las intenciones, solicitan la intercesión de Gorki. El informe de éste sobre Krzyzanowski concluye así:

“Me parece que en nuestros trágicos días […] la vanilocuencia maliciosa está fuera de lugar, incluso en el caso de que sea sincera. […] La mayoría de la gente no entiende de filosofía. […] Por eso pienso que las obras del ciudadano Krzyzanowski difícilmente encontrarán un editor, y si lo encuentran, entonces, sin duda, deformarán algunos jóvenes cerebros, y esto último, ¿acaso hace falta?”

6) En 1933 escribe el guión de El nuevo Gulliver, dirigida con gran éxito por Alexander Ptushko. El nombre de Krzyzanowski sigue sin aparecer en los créditos.

7) En 1939, tras una serie de desplantes en el ámbito teatral, parece que la Unión de Escritores se decide a publicar sus Relatos de Occidente. Pero un mes antes del imprimátur, el ejército alemán invade la Unión Soviética, y las esperanzas de Krzyzanowski se esfuman definitivamente, hasta su muerte en 1950.

El hombre que intentó morderse el codo en pleno realismo socialista

Uno de los relatos que se recogen en La nieve roja y otros relatos cuenta la historia del sujeto número 11.111. El núm 11.111 de una encuesta a los suscriptores de la, así llamada, Revista Mensual. A la pregunta por sus aspiraciones vitales, el núm. 11.111 responde que su meta es llegar a morderse el codo. Esta postura, amplificada por el pensador anti-kantiano Kint, que encuentra en el número 11.111 la demostración de sus nuevos postulados gnoseológicos, da pie a un debate filosófico de gran alcance y, posteriormente a un nuevo paradigma sociológico y económico en el que la estabilidad geopolítica global depende de la cercanía, creciente o decreciente, entre la boca y el codo del núm. 11.111.

El núm. 11.111 había decidido llegar hasta el final, y morderse el codo. Sus posibilidades son comparables a las que tenía Krzyzanowski de ver publicada su obra en la Rusia soviética, en pleno realismo socialista.

Quizá el error de Krzyzanowski fue trasladarse a Moscú. Quizá no debió construir su obra en ruso y en  Rusia. ¿Le habría ido mejor escribiendo, por ejemplo, en polaco? Hay algo en su literatura que uno no consigue conciliar de ningún modo con el espíritu de la literatura rusa de su época. Algo chirría. Un tipo con esa literatura, con esa jeta (véase la solapa de la edición de Siruela), no pintaba demasiado, definitivamente, en una literatura anquilosada en el realismo social.

Su literatura metaliteraria  y satírica no pintaba nada en una época y en un lugar dominados por la afectación y las grandes palabras. Gorki, con su informe difamatorio contra Krzyzanowski, negaba tozudamente, hasta nueva orden, cualquier presencia de lo experimental, de lo fantástico, en el debate literario de su época.

Uno se pregunta cómo es posible reconstruir el papel en la historia de la literatura de un autor inexistente como Krzyzanowski. La crítica literaria quizá pueda operar como aquella máquina de Stanislav Lem en Un valor imaginario, que detectaba las lagunas de lo no-escrito y conseguía simular su posibilidad mediante un proceso de interpolación geométrica. En este caso, claro, solo bastaría con desempolvar el archivo, del que, por cierto, aún queda una parte sin publicar en Rusia.

Con este post intrusivo en Miedo a la Literatura, en fin de cuentas, uno sólo pretende lanzar el nombre de Krzyzanowski a los mares de la indexación de Google. Egoístamente, con la esperanza de que un creciente boca a boca anime Siruela (o a Impedimenta, puestos a pedir) a dar continuidad a su proyecto de rescate de un maravilloso autor inexistente que debe regresar de un futuro improbable para llenar su hueco.

[Anímate, Dionys; ¡muy pronto dejaré de ser blogless!]

14 pensamientos en “Krzyzanowski y su codo sin morder

  1. ¡Maldito paria de la blogosfera! Ha sido necesaria toda una reestructuración de este blog y un post cumpleañero y seminostálgico donde me lamentaba de tu Silencio Divino para que vuelvas a aparecer por aquí.

    Uno está fregando en su día libre los platos de casi toda la semana, y al terminar sus labores decide entrar a echar un vistazo. Uno se sienta junto a su recién instalado arbolito de navidad a pasar la mañana tranquilo hasta que se encuentra con el post más largo y documentado de todo el blog. No dudes de que la cara que he puesto ha merecido la pena, ya te la imaginas.

    Por desgracia no te he banneado, te mereces algo peor, aunque no se me ocurre qué, porque sigo con la misma cara que me has dejado.

    ¿Qué tendré que hacerle ahora al blog para que vuelvas a aparecer? A lo mejor ahora te haces tu blog personal para ti solito con todo tipo de biblio/bio/info de la franquicia Cristof Polo. A fin de cuentas, yo soy el blogger menos querido de la historia web. ¡Ni Luqui ni Cristobi me quieren un poquito!

  2. Por omisión, o cita in absentia, o sombra laqueada con míseros diminutivos, me quejo, protesto, y entro al traspiés de sus remozadas servidumbres. Usted no tiene bastante con hablar de mi presunta miniaturización en los mejores y más hermosos foros de gallardía femenina (esto va por ti, Elisa), sino que tampoco me cita con calificativos que podrían hacerme justicia y enaltecer mi achicopada y cada vez más difusa ontopersona (por ejemplo, el Otro, gran nombre, eufemismo sobrio y elegante). La falta de intervención no se corresponde con una falta de amor, entendiendo por esto cualquier formato vagamente abrasivo, amor en barra, amor ojeroso, amor en tropel e incluso amor behaviorista y carnal. La otra parte, a la cual represento con singlular donosura, siempre apostó por las nominaciones, los heraldos y el blasón y eso me lleva a las capitulares del escondite. ‘Miedo a la literatura’, está bien, claro, pero envejece el cutis. Mucho mejor mi alargada propuesta, ‘New kids on the blog’, cosa de la que usted no quiso saber nada, a pesar de las recomendaciones de su colonizador amigo de apellido innegablemente terrible enfante y con acento a clorofila.

    Del tal Polo, celebro todas sus invasiones, ya tengan como objeto alguna patria terca y alunada, una ojerosa odalisca o una sintonfía para corretear en la estepa con los nudillos amoratados y la frente inequívocamente marciana. Tendré en cuenta su referencia, aunque el tipo con o sin bigote adolece de lo suyo. Yo también. Y te blaneo, una y otra vez te blaneo, Polo, te blaneo,con toda petulancia y usura mefítica y judeopatética.

    Una vez mandé un mensajero a Cristof Polo, en mitad de un invierno feo y astrolánguido, y no recibí ni una postal, ni cigarrillos, ni un taper con butifarra y pétalos de flores amarillas para hacer y guarecer afición (esto también va por ti, mujer ultravocálica, aunque sobre todo por él)

    Me tienen contento.. Qué iba a decirles…

    Os ama (Bin Laden) en todas sus formas, con amarga intensidad y mucosidad constante, distancia y tomillo, vuestra otredad lloriquescente (el terero en cuestión).

  3. Por mucho que se esfuerce, indignadísimo Lucas Martín, usted nunca será el Otro. Usted podrá patalear todo lo que quiera, pero yo siempre preferiré hablar de los Playmobil (in extemis) para referirme a usted antes de no mencionarlo en esta casa. Déjese de ser el Otro por un rato y envíeme algún arrumaco de vez en cuando. Compréndalo, uno está tan solo en el mundo que se hace opositor, y blogea como el que ha tomado la costumbre de meterse el dedo en la nariz en público.

    Usted sabe que jamás he dudado de su amor en lontananza. Pero he de reconocerle que me preocupa un poquito que a usted «Miedo a la literatura» le envejezca el cutis y que por eso su condición de dueño y señor de este páramo-blog de flora amarillenta no sea más que una prefigura de ausencia. Creo haber celebrado en múltiples ocasiones la idea de formar con usted y con el señor Polo una boys band de finales de los ochenta, pero para eso hace falta más que un buen título.

    Aquí, a cada uno le duele lo suyo. Pero que le quede claro que en esta casa Elisa siempre tiene un plato de sopa para usted y yo un ailoviu contorneado con mis dos dedos índice. Y lo mismo para el señor Polo.

    Menos mal que existen blogs como este para poder resolver los temas familiares.

  4. No entienda usted que yo me opongo a su efeméride y a sus ritos nasales. Su respuesta es escandalosamente semítica, aunque no me extraña en lo más mínimo, dada esa nariz de patrón sefardita que luce usted con soberana desvergüenza en hipódromos y contraportadas de libros. Adoro Miedo a la literatura y lo considero parte de mis más apuestos patronímicos, pero, entiéndame, siempre fui mucho más de pianola y secuenciador tozudo. La boys band está bien, pero deberá usted deponer su actitud. Se lo digo con un tono dulzarrón y evangélicamente noble: como me vuelva a emparentar con los playmobil le pateo el cráneo cónico hasta que se le quiten las ganas de leer a John Cheever en su endiablado kibbutz de Castilla. Una forma de amor como otra cualquiera. Es todo. (Te baneo, Cristof Polo, te baneo, yo te baneo)

  5. Para que se me quiten las ganas de leer a Cheever ni siquiera requiero que usted me patee el cráneo cónico. Yo a usted lo emparento con quien sea menester cuando me da la preocupación madrera y llevo varias semanas sin contacto verbal. Recuerde que todo fue a causa de una foto que no le hacía justicia (a usted las fotos nunca le harán justicia porque usted es arrolladoramente guapo) y que lo presentaba a usted como un ser abocado al suplicio universal. Por eso le permito que mencione mi nariz semítica, del mismo modo que es mencionable la de Cristof Polo (mucho más agraciada que la mía). Le confieso que no sé qué actitud me achaca. Mi actitud es solo de preocupación inconmensurable hacia todos sus desvelos, con pianola y secuenciador incluidos.

  6. Por una vez tengo que darle la razón. Sí, soy arrolladoramente guapo, pero también estoy abocado al suplicio universal, atributos que en mi grácil contorno resultan esplendorosa y extrañamente conciliables. No metamos la nariz de Cristof Polo en esto. Se merece un respeto, al menos, apriorístico. Banéemos la nariz de Cristof Polo, nariz de Cristof Polo, yo te baneo.

  7. Preferiría no inmiscuirme en vuestro ping-pong ple-onano-nástico con iridiscencias de mesa-camilla, bastante nauseabundas, todo hay que decirlo (con cariño), viniendo de dos lebreles ya hechos y derechos como vosotros. Veo, además, que Su-Colega Lucas Martín (gran persona; mejor poeta; amigo de niños y mascotas) sacando pecho y glotis, golpeteándose el esternón con mano bien abierta, viene a la blogosfera desde una especie de apogeo maxilo-facial a impartir justicia en todas direcciones, contra todo bulto antagónico que le salga al paso en su desaforada búsqueda de Justicia Para Sus Congas, inculpando aquí y allá. Veo también que Dionys, como si lo viera venir (a Su-Colega Lucas Martín) ya le tiene hecha la cama por si llegara tarde. Pero llega. Claro que llega. Con camita hecha y corazoncito-niño-Jesús. Y se le recibe. Y se le dice lo guapo que es para que se quede contento. Y se lo saca del terno, se lo pone en la sillita de la Almibarada Unicidad para que él también se dedique a hacer lo que hacen todos: banear, en los todos planos y ámbitos de la vida, hasta la Extenuación Final, a Cristof Polo, que es lo que terminan haciendo todos. Y no sólo ambos lo «banean», sino que el otro también lo «blanea». Lo «blanea» una y otra vez, se explaya blaneando a Cristof Polo y su nariz trucada en tres. «Blanear»: condenar a alguien, preferiblemente escritor de moda en su casa a la hora de merendar, al ostracismo y el olvido en algún municipio remoto de la Costa Brava. Así que lo blanea. Y además habla, incriminando, de un mensajero rechazado y desairado en algún tiempo reciente. Cuando es Cristof Polo quien sigue esperando señales suyas. Queridos míos, me matáis poco a poco, en torniquete. Necesito que os queráis más, y que, de paso, cuidéis más a Cristof Polo (que es quien más sufre vuestra violencia doméstica on line), el autor más baneado y blaneado de la literatura mundial. Y no cuenten conmigo para una boys band que no se llame «New Kids on the blog». Aunque (Dionys) no nos niegue usted, con sus efemérides, aunque sea un mísero jergón en cualquier esquina umbrosa de su flamante blog.

    Besos mil.

  8. ¡Claro, el deshilachado Cristof Polo es el autor más baneado de la historia de la literatura (y también, el más «blaneado», no me cabe duda)! Por eso prefiere no inmiscuirse en nada. Del mismo modo que el apesadumbrado Lucas Martín es el mayor y mejor baneador y blaneador que jamás haya visto, por eso solo se inmiscuye a la hora de banear y blanear. Déjense querer, señores míos, si es que de verdad lo desean. Porque uno nunca sabe. Por eso hace reformas en lo que supuestamente iba a ser nuestra boys band y les deja una habitación con vistas al parque por si deciden regresar de improviso, justo cuando advierten que su foto de la Primera Comunión ya no descansa sobre el mueble de la entrada de casa.

  9. Querido Daniel,

    gracias por lo de Impedimenta. En fin, que en esta editorial somos de los del fair play, y ya que Siruela ha empezado con Krzyzanowski, no nos meteremos por medio. No obstante, encajaría de miedo en nuestro catálogo. Ahora estamos con un Lem inclasificable, pura dinamita. En fin, me alegro de que nos pongas a la altura de los grandes.

    Abrazos,

    Enrique Redel
    enriqueredel@impedimenta.es

  10. Hola señor Redel,

    muchísimas gracias por su comentario, pero el autor de este post es Cristof Polo, que en ocasiones participa en mi blog, nadie mejor que él para rastrear escritores soslayados. Estoy con Cristof en eso de imaginar a un escritor en una editorial en concreto. De hecho, ya hay un tipo de escritores o libros que uno imagina en Impedimenta.

    Me alegro mucho de que vayan a editar más cosas de Stanislaw Lem, yo lo leí gracias a ustedes, y ahora me pongo a salivar cada vez que alguien menciona su nombre. Por cierto, hay un post sobre Vacío perfecto en este blog. En cuanto a ese tipo de escritores que uno imagina en Impedimenta, estoy seguro que Cristof Polo sería uno de ellos. Échele un ojo a Cuentos premonitorios (Editorial Alfama).

    Un abrazo,
    Daniel Espinar

  11. Señores otros, me gustaría comunicarles que por una acumulación de infelices casualidades, acumulación demasiado frecuente por otra parte, lo cual me lleva a pensar que el plural de casualidad aparece tan sólo para enmascarar el plural de fatalidad, que no es más que un sinónimo pagano, y singular, del término científico error, que pretende, con un burdo quiebro léxico, abstraer el concepto original de fracaso y tal vez esquivar el dolor implícito que trasmite, siendo así que dichas infelices casualidades son, digámoslo de una vez sin ambajes, mis muy personales derrotas que me llevan y me traen por las telas de la araña, persiguiendo mi propia fatalidad (llegados a este punto, léanse de nuevo las últimas líneas) en forma de un no-sé-qué, que no-sé-cómo google no acierta a encontrar, aunque me atraiga con capciosas sugerencias, programadas con relojería suiza, a estos parajes de vds., señores otros, únicos, baneadores, blaneadores y baneados, que quizás no necesiten saber que he cometido un nuevo error (de nuevo me remito a mis frases anteriores respecto del uso premeditadamente sesgado del vocablo «error»), de tipo económico en esta ocasión, pues debido a los índices de la araña, que devoran mucho más de las tibias 350.000 palabras al mes con que el blaneado sr. Polo cree ilusioriamente alimentar a la bestia blanca, debido a ello, decía, y la descarada propaganda del sr. Polo, he terminado extrayendo de mi anoréxico fondo bancario una simbólica cantidad que servirá, o eso espero, para que el muy polaco Kry… pueda conocer el auténtico rostro del frío, en una jaula cúbica, de escasos metros cuadrados, a la que algunos de mis avergonzados contactos de las redes sociales llaman «tu» casa, enfatizando siempre ese «tu», que quiere decir «mi», pero que a toda costa desean que no sea confundida por «su», de ellos, ya que sus otros contactos no tolerarían semejante falta de estilo. Y ya que estamos, informo al señor Redel que su participación en esta conversación endógena, que mantenían los señores otros, me ha servido para conocer que compartimos más cosas de las que a primera vista parece, pues no era hasta ahora consciente de que Impedimenta había introducido sus portadas de diseño en mi jaula cúbica, fría, gélida, invernal incluso en ausencia de verano. Hay que ver la de estupidedes a las que nos vemos obligados por esas malditas arañas.

  12. Daniel,

    cuando ayer me dijiste en tono lastimero «bueno, vete a comprar leche mientras es mi cumpleaños», y después yo te dije «volveré y seguirá siendo tu cumpleaños» para luego no volver, se me rompió el corazón. También se me rompieron todos los huevos que compré porque me metí una hostia impresionante en la nieve. Y en esos pocos segundos que hay entre el caminar y el golpear el suelo recordé tu frase, y me sentí como si una pierna tuya de 1933.131 kilómetros de largo, me empujara de cabeza al suelo helado. Me imaginé a tu pierna estirándose al principio lentamente, como esa criatura, Tooms, de un episodio de Expediente X, cruzando europa a toda velocidad y parando de camino tal vez en Guijuelo para comprar unos ibéricos.

    No volví, pero sentí la patada de la conciencia y esta mañana le he dado un repaso a Miedo a la Literatura. Con esta entrada y sus consecuentes comentarios me habéis hecho reír a carcajadas, sola, delante de mi ordenador, con una tormenta de nieve sucediendo al otro lado de la ventana. Una tormenta que para colmo se llama «Daisy».

    Daniel el río está helado y a pesar de Daisy me voy a ir a pintar al estudio. Mandadme un poco de amor, dile a Elisa que la quiero. Aquí ya es prácticamente de noche.

  13. Amadísima María,

    mis piernas tienen demasiadas varices como para surcar Europa. Así que tendremos que esperar a marzo y coger un easyjet para presenciar el deshielo del Spree. Mis piernas están llenas de varices, pero cualquier movimiento pesado de mis entumecidos miembros solo puede darse como un gesto de amor infinito hacia ti. A Elisa y a mí nos gustaría estar ahora contigo. Debería haber algún tipo de ONG que propiciara las condiciones idóneas para cada uno en momentos particulares. Yo acudiría a esta ONG con un formulario debidamente rellenado y firmado con las indicaciones «Kreuzberg», «María Torres Subirá», «Elisa Calatrava» y «hace un día de sol espléndido, pese a que estamos en enero».

    Espero que Daisy no se convierta en una Tormenta de mierda (recuerdo que me contaste que ese era el título que Bolaño quería para una de sus novelas). Me alegro de que te hayas reído con las guerras familiares puestas en escena a lo largo de estos comentarios. Supongo que os echo a todos tanto de menos que solo me queda el exhibicionismo virtual para reclamar un poco de cariño, jeje.

    De todo esto, lo mejor es que te hayas ido al estudio a pintar. ¿Cómo va ese cuadro que tú y yo sabemos? ¿Lo tendrás terminado para mi siguiente visita? Recuerda que este verano nos quedamos en la puerta de tu casa contemplando la posibilidad de subir a verlo todavía a medio hacer.

    Un abrazo grandísimo.

  14. Estimado/a Letra Muda.

    La frescura de tu comentario me llena de júbilo. Pura empatía, pura intersubjetividad. Cuánta diafanidad en tan poco espacio. Tu lector/interlocutor/narratario, quienquiera que sea, ha de estarte agradecido por tanta condescendencia. Este blog cada día se parece más a un Consejo de Criptógrafos unidos por una dolencia inconfesable.

    Yo también topé por casualidad, hace ya algún tiempo, a través de la araña, con este flamante blog. Iba a preguntarte, en nombre de todos los que frecuentamos este blog: ¿Quién diablos eres de los tres que iniciaron la trifulca? ¿Quién te envía? ¿No serás un nocillero infiltrado?

    Pero ya no. Voilà! Disculpa. Desde el principio tenía la sensación de que nos conocíamos. Pero no imaginaba hasta qué punto.

    Saludos,

    Gabriel Encinar

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