Warren Ellis y Mark Millar demuestran distinta autoridad

The Absolute Authority, de Warren Ellis y de Mark Millar

The Absolute Authority, de Warren Ellis y de Mark Millar

El otro día fui a La Casa del Libro sin darme cuenta de que vestía una camiseta verde. Los demás clientes me paraban y me preguntaban por la ubicación de distintos libros a medida que yo iba moviéndome por varias secciones. Yo les replicaba que no era librero, sintiendo una mezcla de incomodidad y adulación por el malentendido. Mi camiseta verde, pese a tener estampada la cara de Woody Allen con el cuerpo de Alien, bajo el cautivador apelativo de «Woody Alien», coincidía con el tono Pantone usado por La Casa del Libro como color corporativo. Al llegar a la sección de cómics, mi camiseta verde, ya convertida en tótem bibliómano, me hizo más sagaz que la librera que debía asesorarme. Encontré, en un recoveco de una estantería, la edición de The Absolute Authority, ya descatalogada y que, además, la librera me aseguró que no tenían.

The Authority es un buen cómic para leer cuando Mario Draghi aparece en televisión con aspecto de tener la conciencia tranquila. Hay pocas cosas que me preocupen más que su serenidad. Zizek hablaba de que vivimos en un mundo «autocolonial», en donde entidades privadas colonizan los países a los que pertenecen. Para que una sociedad pueda mantener semejante tensión autodestructiva es necesario un índice de violencia de mayor envergadura que las ruedas de prensa desde las que los políticos nos humillan. Por eso, ante tal coyuntura entiendo que es necesaria una pieza más, a elegir entre estas dos: A) terroristas o B) superhéroes. Como el terrorismo es un timo y, dentro de un capitalismo global, no dista mucho de los objetivos empresariales de un banco o de una agencia de calificación de riesgos, solo nos queda agarrarnos a la opción B. Pero, por desgracia, aún no tengo noticias de que los superhéroes existan.

En The Authority aparece la pieza del superhéroe que faltaba en el juego, pero funciona de modo distinto según la perspectiva de Warren Ellis o la de Mark Millar. Ambos guionistas dan su propia versión de la misma idea y la cimentan, supongo, a partir de su visión del mundo. Veamos:

The Authority según Warren Ellis

Ellis enmarca la figura del superhéroe en un mundo reconocible, en el mundo de hoy día, abriendo, de este modo, la posibilidad de alcanzar una mayor empatía con un puñado de personas con superpoderes. Incluso para alguien como yo, que no sabe casi nada acerca de superhéroes, es fácil observar que, tanto en los cómics como en el cine, existe una fuerte tendencia a insertar esta mitología dentro de una problemática actual. Por ejemplo, en la trilogía sobre Batman dirigida por Christopher Nolan, la Gotham paradigmática y atemporal se transforma en un lugar concreto y localizable dentro del mapa geopolítico.

Pero esta apuesta requiere de una fuerte dosis de hiperrealidad. Si el superhéroe es la pieza que falta en la estructura global ha de interactuar de un modo verosímil con el resto de factores que componen el mundo que conocemos. Aquí es donde Warren Ellis se equivoca o -con ánimo de ser menos drástico- donde se queda corto. Pese a que establece los lazos pertinentes con el mundo real (gobiernos, Naciones Unidas, etc.), su grupo de superhéroes parece trabajar al margen de todo y de todos, sin proponer un análisis de las relaciones que se establecerían entre este grupo de superhombres y los distintos planos sociales; tanto es así que la sociedad queda reducida a una sombra al fondo de la trama, cuyo único protagonismo reside en su condición de víctima.

Si hay una víctima es necesario un salvador. Los superhéroes existen porque hay alguien a quien salvar. Lo interesante sería saber de quién hay que salvar al mundo. Y es aquí donde la propuesta de Ellis me parece más deficiente, porque considero imperdonable que se permita, tratando un tema fundamentalmente ético, un ápice de maniqueísmo. Ya no porque los buenos sean muy buenos, sino porque los malos son seres absolutamente malos, aparecidos deus ex machina, para hacer daño por motivos que superan la comprensión humana.

Otro aspecto reprochable es que no se haya sabido sacar más tajada de algo tan suculento como la presentación de los personajes. En lugar de ir mostrándonoslos a través de urdimiento de la trama, el guionista los pone delante de nosotros y permite que se justifiquen a sí mismos, casi como si estuvieran entregándonos un currículum vitae.

En definitiva, no he visto esta primera parte a cargo de Warren Ellis a la altura de la idea que representa, mucho más ambiciosa y con más potencial. Por suerte, The Authority fue a parar a manos de Mark Millar, y aquí cambiaron las tornas.

The Authority según Mark Millar

Millar se dedica a intentar resolver algunas de las preguntas que me surgieron al leer los capítulos de Ellis. Creo que para escribir una buena historia hay que saber hacerse las preguntas que le vayan a asaltar al lector, y luego hay que decidir cuáles se responden y cuáles no. Las respuestas a esas preguntas son un material magnífico para construir una estructura narrativa sólida. Mark Millar no solo hace que estos superhéroes salven el mundo, sino que, para que esto ocurra, él salva a estos superhéroes.

En la versión de Ellis ya resonaba la idea de que un grupo superpoderoso capaz de controlar el mundo puede traer consigo grandes dilemas morales y democráticos. Pero esta idea era un latido que jamás llegó a oírse con estetoscopio. Para auscultar estos entresijos del poder, Mark Millar se decanta por enemigos a los que el lector pueda temer. Los superhéroes de The Authority se dedican ahora a resolver conflictos armados, a desmantelar dictaduras o a paliar desastres naturales, por ejemplo. Y, como cabría esperar en un mundo mediático, estos superhéroes, lejos de buscar el anonimato, se convierten en personajes de fama mundial, en modelos a seguir para los adolescentes y copan todas las portadas como si fuesen jugadores de fútbol o estrellas del pop. El superhéroe recibe el máximo reconocimiento social y es ahí donde encuentra su legitimación, mucho más allá que en el apoyo de los gobiernos.

De hecho, estos nuevos objetivos deberían poner en duda la neutralidad de este grupo, porque para luchar contra unos han de estar de parte de otros. Pero The Authority persigue un ideal de independencia que los acerca a la idea de Gran Hermano. Al principio de la trama de Millar, el líder de The Authority mantiene la siguiente conversación con el presidente de los EEUU:

PRESIDENTE.- No le voy a mentir, señor. Realmente le agradecemos todas las veces que ha salvado el mundo a las órdenes de la coronel Sparks, pero su injerencia en los asuntos del sudeste asiático nos tiene tremendamente preocupados. ¿Se da cuenta de que su actuación ha convertido a los EEUU en blanco de posibles represalias terroristas?

JACK HAWKSMOOR.- Bobadas. The Authority es un grupo multicultural sin vinculación especial con ninguna nación en concreto, y el resto del mundo es muy consciente de ello. Cualquier represalia nos tendría a nosotros como objetivo, y estoy seguro de que podemos con cualquier cosa que nos echen encima.

PRESIDENTE.- Maldita sea, Hawksmoor. Los asuntos internacionales son demasiado delicados para este enfoque tan torpe que vosotros les habéis dado. Este tipo de situaciones quedan fuera de vuestra jurisdicción.

JACK HAWKSMOOR.- No está en posición de definir cuál es nuestra jurisdicción, señor presidente. Nuestra principal meta puede ser la defensa de la Tierra, pero eso no quiere decir que nos vayamos a quedar cruzados de brazos mientras se violan los derechos humanos delante de nuestras narices. No somos un supergrupo de cómic que se ve inmerso en peleas sin sentido con supercriminales absurdos mes tras mes para preservar el orden establecido. Si mis colegas y yo vamos a estar en primera línea arriesgando por él nuestras vidas, este tiene que ser un mundo que merezca la pena ser salvado.

PRESIDENTE.- Tenga cuidado con lo que hace, señor Hawksmoor.

JACK HAWKSMOOR.- Sinceramente, podríamos darle el mismo consejo, señor presidente.

Tras esta declaración de intenciones, Mark Millar propone un desarrollo bien distinto al de Warren Ellis. El problema no es que The Authority ponga en peligro la democracia, sino que, desde su posición, revela su verdadero funcionamiento. El enemigo ya no viene de fuera, sino que forma parte de la sociedad, por eso la democracia sirve para transformar al enemigo en un ser con poder legítimo. La democracia legitima al enemigo, y el enemigo no va a permitir que The Authority cuestione este mecanismo perverso.

Este planteamiento nos deja una pregunta en el aire: ¿Qué ocurre cuando el brazo ejecutor del poder no actúa como el poder desea? Imagínense, para poder visualizar esta idea en el marco de nuestras vidas, que los policías antidisturbios decidieran no golpear a la gente que se manifiesta reclamando sus derechos. Pues de eso, más o menos, trata el The Authority de Mark Millar.